domingo, 4 de mayo de 2008

¿Despedida final?


“¿Hasta dónde caí?” fue la pregunta. Mi respuesta fue, “hasta el suelo.” Con cara de sorpresa creo que entendió con cuanta severidad veo sus actos. Pero creo que no entendía el significado de mi mirada. No sé que me hace más daño si su compañía o estar sin ella. “Si no fueras Limary Sánchez, no estaría soportando todo esto que me estás diciendo.” Y no entendí que me quiso decir con eso. Se acerca prontamente el primer aniversario de nuestro primer encuentro. Ese primer jueves donde me perdí en la palidez de su piel y en el brillo de sus grandiosos ojos verdes. ¿Cómo no llegar a sentir después de tantas experiencias juntos? Y no sé cómo, ni porqué salió de mí: “me enamoré de ti” y sentí como mi estomago se viró y tirité. Miré su cara que cubrió con sus manos, y no sé que pasó después, me levanté y me fui a mi cama, después de unos minutos fui por él y creo que sintió que yo no quería que durmiera en mi cama. Ya en la cama me dijo, ¿escuchaste lo que dije después de lo que me dijiste? Y juro que no, no escuché, y claro que conociéndolo sé que no me lo repetirá. Los besos fueron diferente, el roce de sus manos en mi cara, en mi piel, no era igual que siempre, hasta la forma en la que me desvistió fue una nueva experiencia con él. “Hacemos el amor” lo escuché decir entre dientes, curioso, pues siempre decimos en buen y vulgar chileno, que nos culeamos. Me abrazó toda la noche, me tenía casi presa entre sus brazos, si me movía para acomodarme, me perseguía por la cama hasta encontrarme y tenerme casi debajo de él. Gracioso, pues mi cama es bastante grande y como no me soltó en toda la noche, dormimos en un pedacito super pequeño el abrazado a mí sin dejarme mover. En la mañana desperté, y como me dijo él, parecía que me habían dado pan con vino, claro que me tuvo que explicar que significaba, le dan a los loros para que hablen… Pero no hablamos de las confesiones de la noche, pasó la mañana como si no hubiera ocurrido nada. Y nuevamente esta nueva manera de sexo con él, rara diferente, con la misma pasión, pero desbordada de otra manera. Sus manos me tocaron diferente, pero diferente bueno, rico… Y en el orgasmo compartido… “acompáñame a ver a mi hija.” ¿? No sabía que responder, esa parte de él nunca se mezclaba con nosotros, la conozco muy bien, me habla de ella a menudo, pero nunca me había invitado a conocerla. Nos bañamos, desayunamos y partimos a ver la niña. Me hizo caminar a su ritmo, muy rápido para mi gusto, y caminamos muchísimo, me salieron ampollas en los pies. Y llegamos donde la niña, preciosa por demás, más en persona que en las cientos de fotos que tengo de ella. Me extrañó y me miraba muy seria, y él se desesperaba por hacerla congeniar conmigo, cosa que no pasó… Y llegó la hora en la que yo tenía que regresar a mi casa. Me dio el abrazo más insípido que me ha dado desde que nos conocemos, un beso en la mejilla, adiós y gracias. Caminé hasta el metro sin ningún pensamiento con respecto a él y lo que había sucedido. Y ahora no sé que pasó, ¿fue la despedida final? Tengo miedo, no sé que me hace más daño, si su compañía o estar sin ella…

CONTINUARÁ…

1 comentario:

Derrame dijo...

Hay compañias que son buenas y siempre lo serán, hay otras que no lo serán nunca más, aunque lo fueron, hay soledades buenas, como lutos y duelos buenos y sanadores. Son los ciclos de la vida, con una sorpresa a la vuelta de la esquina, o por el contrario con la feliz cotidianeidad instalandose en tu vida.
Un abrazo